A 93 años, la lucha continúa

Hombres de una República libre, acabamos de romper la última cadena que, en pleno siglo XX, nos ataba a la antigua dominación monárquica y monástica. Hemos resuelto llamar a todas las cosas por el nombre que tienen. Córdoba se redime. Desde hoy contamos para el país una vergüenza menos y una libertad más. Los dolores que quedan son las libertades que faltan. Creemos no equivocarnos, las resonancias del corazón nos lo advierten: estamos pisando sobre una revolución, estamos viviendo una hora americana.

Ya han pasado muchos años, de aquella enorme gesta en la que un grupo de estudiantes conseguía, después de una dura lucha, lo que hoy para todos nosotros es normal y cotidiano. Estamos hablando de una universidad pública, gratuita, laica, autónoma y cogobernada, algo que en su momento fue ejemplo para toda Latinoamérica, y aun hoy, en muchos lugares no se ha llegado a una universidad de este tipo.

Este fue el mayor paso en nuestra historia en pos de una democratización real de la enseñanza. En esto se basaron aquellos jóvenes en su momento, y en esto debemos seguir basándonos el día de hoy. Los poderes hegemónicos han cambiado, pero la lucha es la misma. Hoy tenemos una ley de educación superior, aprobada por el peronismo de los 90, y que el peronismo actual no ha mostrado intención alguna de siquiera comenzar a debatirla, que realmente representa una vergüenza al espíritu de aquella reforma.

Debemos reflexionar y plantearnos que camino queremos seguir como universidad, como movimiento universitario, como estudiantes, como pueblo, para acercarnos a esos ideales planteados alguna vez en el manifiesto liminar de la reforma del 18.

Pensar de qué manera hoy se garantiza el ingreso a la universidad, donde los estudiantes llegan de su paso por la demolida educación secundaria con serios déficits y se hace más profunda la brecha entre quienes vienen de una escuela estatal y quienes lo hacen de una privada.

Pensar en una universidad que se plantea como autónoma, pero ante los delgados presupuestos que les otorga el poder nacional, se ve en la obligación de mendigar continuamente por ampliaciones presupuestarias, dependiendo de la simpatía del poder de turno.

Pensar una universidad cogobernada, donde los estudiantes representen intereses de los estudiantes, donde la lucha por la educación no vaya en contra de los derechos de sus propios compañeros, donde los centros de estudiantes conformen un verdadero organismo gremial de defensa de los derechos estudiantiles, y no una mera caja de la cual nutrirse para alimentar semilleros.

Hoy, más que nunca,

Los dolores que quedan son las libertades que faltan.

La lucha Continúa, por la educación pública SIEMPRE!


Diego Prieri

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