La cena del miedo - Debate en España sobre dominio públio, piratería e información libre.

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[Amador Fernández-Savater, coeditor de Acuarela Libros, fue invitado (por azar, por error o por alguna razón desconocida) a una reunión con la ministra de Cultura y otras figuras relevantes de la industria cultural española para hablar sobre la Ley Sinde, el tema de las descargas, etc. En este texto cuenta lo que vivió, lo que escuchó y lo que ha pensado desde entonces. Su conclusión es simple: es el miedo quien gobierna, el miedo conservador a la crisis de los modelos dominantes, el miedo reactivo a la gente (sobre todo a la gente joven), el miedo a la rebelión de los públicos, a la Red y al futuro desconocido.]

El texto, a mi gusto, pierde ejes importantes, pero es interesante como crónica concreta. Espero despierte algún que otro bicho de debate.

Alguna lectura previa sobre que es la ley puede servir -> Ley Sinde (más que nada la parte que dice "Debate Público")

Saludos.

agustín.

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La semana pasada recibí una llamada del Ministerio de Cultura. Se me invitaba a una reunión-cena el viernes 7 con la ministra y otras personas del mundo de la cultura. Al parecer, la reunión era una más en una serie de contactos que el Ministerio está buscando ahora para pulsar la opinión en el sector sobre el tema de las descargas, la tristemente célebre Ley Sinde, etc. Acepté, pensando que igual después de la bofetada que se había llevado la ley en el Congreso (y la calle y la Red) se estaban abriendo preguntas, replanteándose cosas. Y que tal vez yo podía aportar algo ahí como pequeño editor que publica habitualmente con licencias Creative Commons y como alguien implicado desde hace años en los movimientos copyleft/cultura libre.

El mismo día de la reunión-cena conocí el nombre del resto de invitados: Álex de la Iglesia, Soledad Giménez, Antonio Muñoz Molina, Elvira Lindo, Alberto García Álix, Ouka Leele, Luis Gordillo, Juan Diego Botto, Manuel Gutiérrez Aragón, Gonzalo Suárez (relacionado con el ámbito de los vídeo-juegos), Cristina García Rodero y al menos dos personas más cuyos nombres no recuerdo ahora (perdón). ¡Vaya sorpresa! De pronto me sentí descolocado, como fuera de lugar. En primer lugar, porque yo no ocupo en el mundo de la edición un lugar ni siquiera remotamente comparable al de Álex de la Iglesia en el ámbito del cine o Muñoz Molina en el de la literatura. Y luego, porque tuve la intuición de que los invitados compartían más o menos una misma visión sobre el problema que nos reunía. En concreto, imaginaba (correctamente) que sería el único que no veía con buenos ojos la Ley Sinde y que no se sintió muy triste cuando fue rechazada en el Congreso (más bien lo contrario). De pronto me asaltaron las preguntas: ¿qué pintaba yo ahí? ¿En calidad de qué se me invitaba, qué se esperaba de mi? ¿Se conocía mi vinculación a los movimientos copyleft/cultura libre? ¿Qué podíamos discutir razonablemente tantas personas en medio de una cena? ¿Cuál era el objetivo de todo esto?

Con todas esas preguntas bailando en mi cabeza, acudí a la reunión. Y ahora he decidido contar mis impresiones. Por un lado, porque me gustaría compartir la preocupación que me generó lo que escuché aquella noche. Me preocupa que quien tiene que legislar sobre la Red la conozca tan mal. Me preocupa que sea el miedo quien está tratando de organizar nuestra percepción de la realidad y quien está tomando las decisiones gubernamentales. Me preocupa esa combinación de ignorancia y miedo, porque de ahí sólo puede resultar una cosa: el recurso a la fuerza, la represión y el castigo. No son los ingredientes básicos de la sociedad en la que yo quiero vivir.

Por otro lado, querría tratar de explicar lo que pienso algo mejor que el viernes. Porque confieso desde ahora que no hice un papel demasiado brillante que digamos. Lo que escuchaba me sublevó hasta tal punto que de pronto me descubrí discutiendo de mala manera con quince personas a la vez (quince contra uno, mierda para...). Y cuando uno ataca y se defiende olvida los matices, los posibles puntos en común con el otro y las dudas que tiene. De hecho me acaloré tanto que la persona que tenía al lado me pidió que me tranquilizara porque le estaba subiendo la tensión (!). Tengo un amigo que dice: “no te arrepientas de tus prontos, pero vuelve sobre los problemas”. Así que aquí estoy también para eso.

Quizá haya por ahí algún morboso preguntándose qué nos dieron para cenar. Yo se lo cuento, no hay problema, es muy sencillo. Fue plato único: miedo. El miedo lo impregnaba todo. Miedo al presente, miedo al porvenir, miedo a la gente (sobre todo a la gente joven), miedo a la rebelión de los públicos, miedo a la Red. Siento decir que no percibí ninguna voluntad de cambiar el rumbo, de mirar a otros sitios, de escuchar o imaginar alternativas que no pasen simplemente por insistir con la Ley Sinde o similares. Sólo palpé ese miedo reactivo que paraliza la imaginación (política pero no sólo) para abrir y empujar otros futuros. Ese miedo que lleva aparejado un conservadurismo feroz que se aferra a lo que hay como si fuera lo único que puede haber. Un miedo que ve enemigos, amenazas y traidores por todas partes.

Quien repase la lista de invitados concluirá enseguida que se trata del miedo a la crisis irreversible de un modelo cultural y de negocio en el que “el ganador se lo lleva todo” y los demás poco o nada. Pero no nos lo pongamos demasiado fácil y pensemos generosamente que el miedo que circulaba en la cena no sólo expresa el terror a perder una posición personal de poder y de privilegio, sino que también encierra una preocupación muy legítima por la suerte de los trabajadores de la cultura. Ciertamente, hay una pregunta que nos hacemos todos(1) y que tal vez podría ser un frágil hilo común entre las distintas posiciones en juego en este conflicto: ¿cómo pueden los trabajadores de la cultura vivir de su trabajo hoy en día?

Lo que pasa es que algunos nos preguntamos cómo podemos vivir los trabajadores de la cultura de nuestro trabajo pero añadiendo (entre otras muchas cosas): en un mundo que es y será infinitamente copiable y reproducible (¡viva!). Y hay otros que encierran su legítima preocupación en un marco de interpretación estrechísimo: la industria cultural, el autor individual y propietario, la legislación actual de la propiedad intelectual, etc. O sea el problema no es el temor y la preocupación, sino el marco que le da sentido. Ese marco tan estrecho nos atrapa en un verdadero callejón sin salida en el que sólo se puede pensar cómo estiramos lo que ya hay. Y mucho me temo que la única respuesta posible es: mediante el miedo. Responder al miedo con el miedo, tratar de que los demás prueben el miedo que uno tiene. Ley, represión, castigo. Lo expresó muy claramente alguien en la reunión, refiriéndose al modelo americano para combatir las descargas: “Eso es, que al menos la gente sienta miedo”. Me temo que esa es la educación para la ciudadanía que nos espera si no aprendemos a mirar desde otro marco.

Tienen miedo a la Red. Esto es muy fácil de entender: la mayoría de mis compañeros de mesa piensan que “copiar es robar”. Parten de ahí, ese principio organiza su cabeza. ¿Cómo se ve la Red, que ha nacido para el intercambio, desde ese presupuesto? Está muy claro: es el lugar de un saqueo total y permanente. “¡La gente usa mis fotos como perfil en Facebook!”, se quejaba amargamente alguien que vive de la fotografía en la cena. Copiar es robar. No regalar, donar, compartir, dar a conocer, difundir o ensanchar lo común. No, es robar. Traté de explicar que para muchos creadores la visibilidad que viene con la copia puede ser un potencial decisivo. Me miraban raro y yo me sentía un marciano.

Me parece un hecho gravísimo que quienes deben legislar sobre la Red no la conozcan ni la aprecien realmente por lo que es, que ante todo la teman. No la entienden técnicamente, ni jurídicamente, ni culturalmente, ni subjetivamente. Nada. De ahí se deducen chapuzas tipo Ley Sinde, que confunde las páginas de enlaces y las páginas que albergan contenidos. De ahí la propia idea recurrente de que cerrando doscientas webs se acabarán los problemas, como si después de Napster no hubiesen llegado Audiogalaxy, Kazaa, Emule, Megavideo, etc. De ahí las derrotas que sufren una y otra vez en los juzgados. De ahí el hecho excepcional de que personas de todos los colores políticos (y apolíticos) se junten para denunciar la vulneración de derechos fundamentales que perpetran esas leyes torpes y ciegas.

Tienen miedo a la gente. Cuando había decidido desconectar y concentrarme en el atún rojo, se empezó a hablar de los usuarios de la Red. “Esos consumidores irresponsables que lo quieren todo gratis”, “esos egoístas caprichosos que no saben valorar el trabajo ni el esfuerzo de una obra”. Y ahí me empecé a poner malo. Las personas se bajan material gratuito de la Red por una multiplicidad de motivos que esos clichés no contemplan. Por ejemplo, están todos aquellos que no encuentran una oferta de pago razonable y sencilla. Pero la idea que tratan de imponernos los estereotipos es la siguiente: si yo me atocino la tarde del domingo con mi novia en el cine viendo una peli cualquiera, estoy valorando la cultura porque pago por ella. Y si me paso dos semanas traduciendo y subtitulando mi serie preferida para compartirla en la Red, no soy más que un despreciable consumidor parásito que está hundiendo la cultura. Es increíble, ¿no? Pues la Red está hecha de un millón de esos gestos desinteresados. Y miles de personas (por ejemplo, trabajadores culturales azuzados por la precariedad) se descargan habitualmente material de la Red porque quieren hacer algo con todo ello: conocer y alimentarse para crear. Es precisamente una tensión activa y creativa la que mueve a muchos a buscar y a intercambiar, ¡enteraos!

Lo que hay aquí es una élite que está perdiendo el monopolio de la palabra y de la configuración de la realidad. Y sus discursos traducen una mezcla de disgusto y rabia hacia esos actores desconocidos que entran en escena y desbaratan lo que estaba atado y bien atado. Ay, qué cómodas eran las cosas cuando no había más que audiencias sometidas. Pero ahora los públicos se rebelan: hablan, escriben, se manifiestan, intervienen, abuchean, pitan, boicotean, silban. En la reunión se podía palpar el pánico: “nos están enfrentando con nuestro público, esto es muy grave”. Pero, ¿quién es ese “nos” que “nos enfrenta a nuestro público”? Misterio. ¿Seguro que el público no tiene ninguna razón verdadera para el cabreo? ¿No es esa una manera de seguir pensando al público como una masa de borregos teledirigida desde algún poder maléfico? ¿Y si el público percibe perfectamente el desprecio con el que se le concibe cuando se le trata como a un simple consumidor que sólo debe pagar y callar?

Tienen miedo al futuro. “¿Pero tu qué propones?” Esa pregunta es siempre una manera eficaz de cerrar una conversación, de dejar de escuchar, de poner punto y final a un intercambio de argumentos. Uno parece obligado a tener soluciones para una situación complejísima con miles de personas implicadas. Yo no tengo ninguna respuesta, ninguna, pero creo que tengo alguna buena pregunta. En el mismo sentido, creo que lo más valioso del movimiento por una cultura libre no es que proponga soluciones (aunque se están experimentando muchas, como Creative Commons), sino que plantea unas nuevas bases donde algunas buenas respuestas pueden llegar a tener lugar. Me refiero a un cambio en las ideas, otro marco de interpretación de la realidad. Una revolución mental que nos saque fuera del callejón sin salida, otro cerebro. Que no confunda a los creadores ni a la cultura con la industria cultural, que no confunda los problemas del star-system con los del conjunto de los trabajadores de la cultura, que no confunda el intercambio en la Red con la piratería, etc.

Eso sí, hablé del papel fundamental que para mí podrían tener hoy las políticas públicas para promover un nuevo contrato social y evitar la devastación de la enésima reconversión industrial, para acompañar/sostener una transformación hacia otros modelos, más libres, más justos, más apegados al paradigma emergente de la Red. Como se ha escrito, “la inversión pública masiva en estudios de grabación, mediatecas y gabinetes de edición públicos que utilicen intensivamente los recursos contemporáneos -crowdsourcing, P2P, licencias víricas- podría hacer cambiar de posición a agentes sociales hasta ahora refractarios o poco sensibles a los movimientos de conocimiento libre”(2). Pero mientras yo hablaba en este sentido tenía todo el rato la sensación de arar en el mar. Ojalá me equivoque, porque si no la cosa pinta mal: será la guerra de todos contra todos.

Ya acabo. Durante toda la reunión, no pude sacarme de la cabeza las imágenes de la película El hundimiento: encerrados en un búnker, sin ver ni querer ver el afuera, delirando planes inaplicables para ganar la guerra, atados unos a otros por fidelidades torpes, muertos de miedo porque el fin se acerca, viendo enemigos y traidores por todos lados, sin atreverse a cuestionar las ideas que les arrastran al abismo, temerosos de los bárbaros que están a punto de llegar...(3)

¡Pero es que el búnker ni siquiera existe! Los “bárbaros” ya están dentro. Me gustaría saber cuántos de los invitados a la cena dejaron encendidos sus ordenadores en casa descargándose alguna película. A mi lado alguien me dijo: “tengo una hija de dieciséis años que se lo baja todo”. Y me confesó que no le acababa de convencer el imaginario que circulaba por allí sobre la gente joven. Ese tipo de cosas constituyen para mí la esperanza, la posibilidad de razonar desde otro sitio que no sea sólo el del miedo y los estereotipos denigratorios. Propongo que cada uno de los asistentes a la próxima cena hable un rato sobre el tema con sus hijos antes de salir de casa. O mejor: que se invite a la cena tanto a los padres como a los hijos. Sería quizá una manera de sacar a los discursos de su búnker, porque entonces se verían obligados a asumir algunas preguntas incómodas: ¿es mi hijo un pobre cretino y un descerebrado? ¿Sólo quiero para él que sienta miedo cuando enciende el ordenador? ¿No tiene nada que enseñarme sobre el futuro? El búnker ya no protege de nada, pero impide que uno escuche y entienda algo.

Amador Fernández-Savater (11-1-11)
Fuente de la fotografía:rocketraccoon

NOTAS

1 Alguien en la cena reveló que había descubierto recientemente que en “el lado oscuro” también había preocupación por el tema de la remuneración de los autores/trabajadores/creadores. ¡Aleluya! A pesar de esto, durante toda la reunión se siguió argumentando como si este conflicto opusiera a los trabajadores de la cultura y a una masa de consumidores irresponsables que lo quieren “todo gratis”.

2 “Ciberfetichismo y cooperación”, por Igor Sadaba y César Rendueles

3 Por supuesto, el búnker es la vieja industria. El “nuevo capitalismo” (Skype, Youtube, Google) entiende muy bien que el meollo de la cosa está hoy en que la gente interactúe y comparta, y en aprovecharse de ello sin devolver más que precariedad.

-La noticia en Menéame


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+ Links sobre el debate y los hechos

Respuesta de Álex de la Iglesia
Entrevista con Amador Fdez-Savater en el Diario Público

Materiales Extra:
Entrevista con el abogado David Bravo sobre la Ley Sinde [vídeo]
Internautas.tv sobre la Ley Sinde y las herramientas para actuar contra ella [Vídeo]
El Congreso tumba la Ley Sinde y Teddy Bautista reacciona.

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espero a alguien le sirva! cualquier cosa me avisan, es mi empresa la que está buscando un programador


saludos Iunenses!


Belu

Macri Vs MAMBA

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Hola, gente, publico esta carta abierta escrita por Anibal Cedrón, sobre las intenciones de Macri para el futuro del MAMBA (Museo de Moderno de Buenos Aires, no,no es el Malba, ese es privado, de Constantini).

Creo que esto nos interesa no sólo por el dato puntual sino para comprender, por si teníamos dudas, la actitud del Jefe de Gobierno con respecto al arte, y a todo...

saludos,

Ana.
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Agradezco difundir y adoptar posición:
El jueves 30 de diciembre en un almuerzo que tuvo como anfitrión a Nacho Gutiérrez Zaldívar, en su domicilio, y como referente político al Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Mauricio Macri: se trató el destino del MAMBA, a una semana de la inauguración de una ínfima parte de sus instalaciones, anunciada pomposamente como "una puesta en valor", de las mismas. Lo trascendente de la reunión es que viene a marcar la orientación de la política para la gestión de los Museos de Arte de la Ciudad, por parte del Poder Ejecutivo. Y es inevitable no relacionarla con la reunión informal que sostuvieron en la sede Museo Eduardo Sivorí, las entidades artísticas con la directora, Arq. María Isabel de Larrañaga, el viernes 10 de noviembre del ya año pasado, en las que se volcaron las preocupaciones sobre la situación del Museo Eduardo Sívori y los premios de la Ciudad

La mayoría de los artistas invitados desconocían el tema a tratarse, e ignoraban la concurrencia de Macri; seguramente pensaron que se trataba de una despedida de año, como quienes me dieron a conocer la información. Por razones de respeto y afecto a ellos no mencionaré sus nombres, a excepción de un par que vienen al caso. Mencionaré por ejemplo, que el único artista de la Galería Zurbarán presente fue Ernesto Bertani, en contraste a la presencia de artistas invitados con formas expresivas que no han sido de las preferencias de Gutiérrez Zaldivar-que ha promovido una estética ligada a una cierta figuración-. Al respecto alguno de los artistas presentes, le inquirió sobre este oportuno cambio de preferencias, a lo cual el contestó como ya lo hizo otras veces: "Si Rothko viviera, ¿de quién sería artista?.. Mío."

El intercambio de opiniones fue extenso. Pero las ideas esenciales y avaladas por Macri fueron las de privatizar el Museo, de dar por hecho la salida de la Prof. Laura Buccellato de la dirección, y sin llamado a concurso reemplazarlo por un director -preferentemente empresario acotó Nacho Zaldívar y se barajaron nombres-, Alguien de los presentes dijo que antes de pensar en un director había que discutir un modelo. Obviamente se mencionaron los modelos norteamericanos y europeos gestionados por Fundaciones. Nuevamente hubo oposiciones, planteando la necesidad de un modelo adaptado a la realidad local. Pero en este punto Macri volvió insistir en la idea de modelo de Museo privado. Se levantó entonces como modelo de éxito, el Malba del empresario inmobiliario Eduardo Francisco Constantini, y la dirección de Marcelo Pacheco Quedó la idea entonces de que el instrumento para la privatización fuera la "Asociación de Amigos" del Museo. Como anécdota, queda la posición de Gyula Kosice , quien afirmó que cada artista debe tener y financiar su propio museo -¿o mausoleo ?- a semejanza de su taller-muse, en que expone " La Ciudad Hidroespacial".

Antes de pasar a juzgar, quisiera que todos los colegas pensáramos que León Ferrari no hubiera podido exponer como pudo hacerlo en el Centro Cultural Recoleta,a fines del 2004 -cuando se negó hacerlo el Malba de Constantini-, en las actuales condiciones políticas en que se encuentra la Ciudad de Buenos Aires y bajo estas ideas que se expusieron "crudamente" junto a la comida en casa de Nacho Zaldívar,

Antecedentes y consideraciones políticas sobre esta reunión:
No abundaré la vocación antidemocrática y elitizante que inspiró este almuerzo y reunión "informal", que caracteriza la gestión Macrista. Marcaré si lo paradojal de esta reunión, que se da al cierre de un año en que la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires se debatió la Ley de Museos, con participación de la propia fuerza política del Jefe de Gobierno.

La intención de privatizar el MAMBA es paralela al ahogo presupuestario a que el Poder Ejecutivo somete a los Museos de la Ciudad, como una forma de desbaratarlos y crear las condiciones para su privatización.
Para no abundar más me limito a señalar que el deterioro de los Museos de la ciudad, la posibilidad de privatizarlos es posible por la ausencia de políticas de Estado en el orden nacional y desde ya en el orden metropolitano que favorezcan un modelo nacional, democrático y popular para la promoción de las Artes visuales. Impera y se consolida el modelo de los noventa, de subordinación de los museos a un lobby empresarial mediático que legitima o censura la obra de arte, y que establece sus parámetros acorde a los modelos de las capitales centrales.

Por ejemplo no se adopta el modelo del Estado de Brasil, que posee en San Pablo, un Pabellón de las Artes -diseñado por Niemeyer- para desarrollar la Bienal Internacional de San Pablo, y no se planifica el desarrollo integral por comunas de la ciudad de Buenos Aires, para que las Artes visuales sean públicas, junto a centros culturales, bibliotecas, videotecas, auditorios, salas de exhibición y museos barriales...

Por último, esto es posible porque los artistas no fortalecemos nuestras entidades, estas a su vez son un archipiélago, en la que diluyen su representatividad, y también por nuestro silencio individual.


Saluda atte. Aníbal Cedrón.